
Mi infancia fue larga y triste ante las creencias negativas sociales sobre la sordera, sin embargo, me salvé a mi mismo con coraje. Voy a contar lo siguiente.
Nací en un pueblo de La Palma, Tazacorte en 1983. A mis nueves meses, mi padre creyó que yo era sordo. Cuando hacían palmas delante de mi cara, yo no reaccionaba. Me llevaron a varios médicos, los cuales probaron mi audición y afirmaron mi sordera.
Cuando tenía cuatro años, me inscribieron en un jardín infantil en Ofra (no me acuerdo de su nombre). Había un único recurso educativo, era la logopedia.